En el año 2000, un cliente me mostró su exhibición de pirámides cuadradas hechas de unicel. En ellas colgaban pulseras y cadenas fijadas con alfileres, lo aretes parece que eran insertados con su mismo gancho… pero los anillos no se podían fijar con la misma facilidad.
Entonces me preguntaron:
— ¿Tú podrías hacer algo así, pero en forma cónica, y que funcione para anillos?
Nunca había hecho algo así, pero sin dudarlo respondí que sí.
Me preguntaron el precio. Dije:
— $2,200 pesos.
Aceptaron.
Y así comenzó el reto.
El pedido vino de la Joyería Taxco de Plaza Kukulkán en Cancún, una joyería que al parecer sigue en funcionamiento. Ellos fueron mis segundos clientes, después de ver mis primeras creaciones en la joyería La isla de plata que se localizaba en plaza la isla.
El diseño fue una pirámide redonda de aproximadamente 70 cm de diámetro por 63 cm de altura, pensada para exhibir unos 600 anillos. La plantilla antes de doblarse medía 140 cm, y como mi mesa no superaba el metro en su parte más larga, parte del proceso tuve que hacerlo en el piso del taller.
Para resolver la geometría de la pieza, primero hice una maqueta de cartulina, una miniatura que tuviera la forma exacta de la figura que luego escalaría a tamaño real. No usaba software en ese momento, solo una regla, compás, cutter, mi intuición y perseverancia.
Fue durante esa maqueta cuando me enfrenté al primer reto. Sabía que debía lograr una base circular milimétricamente exacta para la pirámide, pero no tenía claro cómo calcularla con precisión. Comencé a dividir el perímetro de la base con diferentes valores: entre 2.5, entre 3, entre 3.1… estaba cerca, pero no era exacto. Sabía que había unas milésimas que me faltaban. Entonces, como si algo se alineara, se me aclaró la mente y recordé el número pi: 3.1416.

En ese instante, me sentí como un griego de la antigüedad, descubriendo una ley natural por lógica pura. Fue una revelación. Recordé mis clases de secundaria, sí, pero ahí, en ese pequeño taller, sin software, sin fórmulas a la vista, ese número fue mucho más que un dato: fue la clave que me permitió construir una idea real desde cero.
Con los años perdí contacto con la Joyería Taxco. Cambié de número y, en aquella época, perder la SIM significaba perder toda la agenda. Después de tanto tiempo sin saber de ellos, no me pareció urgente avisar. Un descuido, sí… pero también parte de la historia que me trajo hasta aquí.
Esa pirámide fue más que un proyecto: fue la primera vez que sentí que esto no era solo un oficio, sino un camino que podía construir con mis propias manos.
— Nicolás Torres
Indartec Factory
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